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Su desfile para Primavera-Verano 2011 se basa en un elegante gusto relajado por lo costero, siempre en gama clara.
Roger Salas
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Esta crónica hay que empezarla como una de sucesos y no como una simple recensión de moda. La firma Elena Miró ha sido expulsada de la Semana de la Moda de Milán. Después de cinco años y diez desfiles heroicos, profesionales, reivindicativos y más que justificados, la Cámara Nacional de la Moda ha cancelado expeditivamente del calendario oficial a Elena Miró, obligándola además a organizar su desfile fuera de la semana de oro, en la que ya era difícil encontrar un hueco en el segmento horario.
Los datos son incontestables. Entre el 35 y el 40% de la mujer italiana se mueve en el tramo de lo que llamaos “tallas grandes”. La propia Cámara Nacional de la Moda firmó hace apenas tres años el controvertido Manifiesto contra la Anorexia, que traía a colación los lastres provocados por los estilistas y la publicidad forzando cada vez más la silueta femenina a términos de escuálida pantalla, con un tallaje también irreal y engañoso que traía de cabeza a los Ministerios de Sanidad de toda Europa y del mundo. Pero la moda basa su poder en la fantasía, y por qué no decirlo, en esa amable mentira envuelta en cuatricromía y retoques fotográficos.
El comunicado de Elena Miró es claro: lanzó un casting on-line a través de Internet con aspiración global. Las modelos seleccionadas servirían para servicios fotográficos futuros, desfiles y promociones, no sólo de Elena Miró sino de otras marcas y sellos dedicados a las tallas grandes. Para Elena Miró la reivindicación de visibilidad dentro del ámbito de la moda de una mujer solar, mediterránea, saludable y sin complejos pasa por este proceso. Los datos del Grupo Miroglio y su expansión son evidentes: presencia en 35 países, 240 tiendas propias, más de 200 corners en grandes almacenes de todo el mundo y oficialmente en venta en alrededor de 1.500 tiendas multimarca. La facturación supera los 150 millones de euros anuales.
Pero por qué no le gustan las modelos de entre las tallas 44 a la 48 (con sus correspondientes equivalencias en cintura de 76 a 82 y en pecho de 102 a 110) a la Cámara Nacional de la Moda Italiana? La respuesta es extraña, pues no comporta sólo el negocio sino la imagen. Las presiones han sido muchas y sabidas, el boicot a los primeros desfiles era evidente: se podía cortar el aire, algunos venían a rastras, otros se permitieron en la prensa comentarios insidiosos y hasta desagradables. Los Miroglio siguieron su labor de empecinados, que tiene mucho de real.
Esta vez el desfile se llevó a cabo en una carpa de la Escuela Militar, con sus muchachos entorchados de oro en la puerta y muchas banderas. La colección “Incantesimo amalfitano” se situaba en Positano y sus calles recoletas, su explosiva flora y su ambiente elegante y playero a la vez. La colección eludió totalmente el negro y se basó en el gris perla, el berenjena y el marfil, con un claro aire retro que se acentuaba con las altas cuñas de esparto trenzado, los sombreritos calados de paja al molde de agua, los pantalones pescador, el bañador de dos piezas a los 50 y el abundante corte trapecio. Hubo un estampado abstracto sobre seda pañuelo que se usó como foullard, top o simplemente tejido al bies para un albornoz o más bien “salto de playa” delicioso.
La ropa sastre ligeramente desestructurada y forrado en raso muy suave, los mini-shorts, el uso del lino prensado, las líneas más de fiesta donde no faltaba el lujo del brillo Svarowski y las blusas criollas (o habaneras) terminaban de dar un ambiente sensual y relajado.
© Roger Salas
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